Me parece que el proposito de este libro no es darnos simplemente una ayuda, sino es el darnos el verdadero valor de las cosas, lo que son en verdad, y para lo que no sirven.
Aqui nos muestra que no todo en nuestra vida es material, hay un lado de nosotros en el cual se encuentra un fondo espiritual y que decea impartir a los demas una sensacion de bienestar, y calides entre nosotros mismos.
Asi pues al lograr entender diversos puntos de nuestra vida nos queda el conocimiento del habla, de la escucha, y el entendimiento, a las personas con las que convivimos, con las que no, y claro con nosotros.
Nos permite ver que no solo nosotros nos encontramos viviendo esta vida, sino que solo la vivimos de una forma diferente a la de los demas. Puede quizas que nos encontremos en un momento de soledad, tristeza, o angustia, pero siempre hay alguien que nos apoya, ese alguien esta siempre con nosotros, ese alguien puedes ser tu mismo, o talvez un amigo, un familiar, un simple conosido; pero siempre hay alguien para cada uno, en diferentes momentos.
Asi al estar bien con uno mismo, podemos estar bien con todos, podemos mejorar en aspectos laborales, escolares, intrapersonales, etc. Asi siempre podremos estar en armonia o en un balance con todos y todo.
Esto y muchas cosas nos deja este libro en aspectos ricos y variados. En cada uno de nosotros esta el como utilizar las cosas que se nos pongan enfrente y nos hagan pasar por diferentes experiencias.
domingo, 24 de octubre de 2010
El secreto de la felicidad de por vida
Más de doce horas habían transcurrido desde que Julián llegara a mi casa la noche anterior para explicarme las enseñanzas que él había recibido en Sivana; las doce horas más importantes de mi vida. De improviso me sentía jubiloso, motivado e incluso liberado. Julián había cambiado mi manera de ver la vida con la fábula del yogui Raman y las virtudes que representaba. Me daba cuenta de que no había empezado siquiera a explorar las posibilidades de mi potencialidad. Había estado derrochando los dones que la vida había puesto a mi paso. Las enseñanzas de Julián me habían brindado la oportunidad de luchar a brazo partido con las heridas que me impedían vivir con la risa, la energía y la satisfacción que yo sabía que merecía. Estaba emocionado. –Tendré que irme pronto. Tú tienes compromisos que te urgen y yo tengo cosas que hacer –dijo Julián con tono de disculpa.
–El sendero de los diamantes te recordará, pues, la virtud final de la vida esclarecida. Aplicando este principio a lo largo de tu jornada de trabajo, podrás enriquecer tu vida de un modo que me resulta difícil describir.
Vive hoy, pues ya no habrá otro día igual que éste –afirmó Julián, juntando las manos como para ofrecer una oración de gracias por ser conocedor de lo que acababa de decir. – ¿Ése es el principio que el sendero de los diamantes simboliza en la 125 fábula del yogui Raman? –Sí. Igual que el luchador de sumo encuentra la satisfacción y la alegría andando por esa senda, tú puedes tener la vida que mereces tan pronto empieces a comprender que el sendero por el que estás caminando está lleno de diamantes y otros tesoros. No pases tanto tiempo persiguiendo los grandes placeres de la vida mientras descuidas los pequeños.
Como he dicho antes, los objetivos y los sueños de futuro son esenciales en toda vida de éxito. Esperar lo que vendrá a continuación es lo que te hace levantar de la cama cada mañana y lo que te inspira día a día. Las metas dan vigor a la vida. Lo que digo es que no dejes de lado la felicidad por temor de la realización. No dejes para más tarde las cosas que son importantes para tu bienestar y tu satisfacción personal. Has de vivir plenamente el día de hoy, no esperes a ganar la lotería o a jubilarte. La Vida no hay que postergarla.
Puedes maravillarte de los diamantes que hay en el camino o puedes seguir corriendo toda tu vida, persiguiendo ese cofre del tesoro que a la postre resulta estar vacío. Disfruta esos momentos que cada día te ofrece, porque hoy es lo único que tienes. –¿Se puede aprender a vivir en el presente? –Desde luego. Sean cuales sean tus circunstancias actuales, puedes 128 entrenarte para disfrutar el don de la vida y llenar tu existencia con las joyas de la vida cotidiana. –¿No eres demasiado optimista? Piensa en alguien que lo ha perdido todo debido a un mal negocio. Imagina que no sólo está en bancarrota financiera sino también emocional. –La magnitud de tu cuenta bancaria y la de tu casa no tienen nada que ver con la sensación de alegría. Este mundo está lleno de millonarios desdichados. ¿Crees que a los sabios que conocí en Sivana les preocupaba tener una cuenta saneada y adquirir una casa de veraneo en la Costa Azul? –Entiendo. –Hay una gran diferencia entre tener mucho dinero y tener mucha vi-da. Cuando empieces a emplear aunque sean cinco minutos al día en practicar el arte de la gratitud, cultivarás la riqueza de la vida que persigues.
. Y sin decir más, Julián Mantle, el abogado millonario convertido en monje esclarecido, se puso en pie, me abrazó como al hermano que nunca tuvo y salió de mi sala de estar al calor de otro día sofocante. Al quedarme solo y reflexionar, advertí que la única prueba que tenía de la extraordinaria visita de aquel sabio mensajero descansaba delante de mí sobre la mesita de centro. Era su taza vacía.
La sabiduría de Julián en pocas palabras
Una de las virtudes esenciales para la vida esclarecida que puedo compartir contigo, John, es ésta: en el último momento, al margen de lo que hayas conseguido, al margen de las casas de veraneo que puedas tener, al margen de los coches que puedas acumular en tu garaje, la calidad de tu vida se reducirá a la calidad de lo que has aportado. Las flores te recordarán el antiguo proverbio chino que dice: «La mano que te da unas rosas siempre conserva un poco de la fragancia.» El sentido está claro: cuando trabajas para mejorar la vida de los demás, indirectamente estás elevando la tuya. Cuando te preocupas de realizar actos bondadosos diariamente y al azar, tu propia vida se enriquece y gana en significado. Algunas personas ven el vaso de la vida medio vacío.
Para mejorar drásticamente la calidad de tu vida, debes cultivar una nueva interpretación de por qué estás aquí en la tierra. Por primera vez en mucho tiempo, me di cuenta de que me había encerrado en un entorno de clase media que me protegía de la sociedad en general, un confortable capullo al que me había acostumbrado.
La vida es más plena cuando hay compasión y actos de bondad diarios. Mis maestros de Sivana me enseñaron que «cada día es un día nuevo para el que vive una vida esclarecida». Yo siempre había considerado a Julián una especie de gladiador de los tribunales, un súper abogado que aplastaba los argumentos de sus oponentes como el karateka parte una pila de tablones reforzados. El hombre que yo había conocido hace tantos años se había transformado en alguien muy distinto: un hombre afable, bueno y pacífico. Sabía quién era él y qué papel representaba en el teatro de la vida. A diferencia de los demás, parecía considerar el dolor de su pasado como un sabio maestro pero, al mismo tiempo, daba a entender que su vida era mucho más que la suma de los acontecimientos pasados. Los ojos de Julián brillaban con la esperanza de cosas venideras. Yo me veía envuelto en su sentido del placer por las maravillas de este mundo y atrapado en su inquebrantable alegría de vivir. Me parecía que Julián Mantle, duro e implacable asesor legal de los ricachos, había superado aquel ser humano que pasaba por la vida sin pensar en los de-más, para convertirse en un ser espiritual que pasaba por la vida ocupándose exclusivamente de los demás. Tal vez era ése el camino que yo estaba a punto de iniciar.
La más preciada mercancía
–¿Sabes qué es lo gracioso de la vida? –me preguntó Julián. –Dímelo tú. –Que cuando la mayoría de la gente se da cuenta de lo que realmente quiere y de cómo obtenerlo, suele ser demasiado tarde. Los jóvenes no saben, los viejos no pueden. –¿Es ése el sentido del cronógrafo de la fábula? –Sí. El luchador de sumo japonés con el cable color de rosa que cubre sus partes resbala en un cronógrafo de oro que alguien ha perdido en el hermoso jardín –me recordó Julián. –Lo recuerdo muy bien –sonreí. A estas alturas, me había dado cuenta de que la fábula mística del yogui Raman no era más que una serie de apuntes pensados para enseñar a Julián los elementos de su filosofía de la vida esclarecida, al tiempo que servían para ayudarle a recordar cada paso. Se lo dije. –Ah, el sexto sentido del abogado –replicó él con una sonrisa–. Tienes toda la razón. Los métodos de mis maestros me parecieron raros al principio, y yo me esforcé por comprender el significado del cuento como tú te preguntabas de qué estaba hablando cuando empecé a relatar la fábula. Pero te diré, John, que los siete elementos de la historia, desde el jardín y el luchador de sumo hasta las rosas amarillas y el camino de diamantes, que ahora pasaré a explicarte, sirven de poderosos recordatorios de lo que aprendí allá en Sivana.
La gente productiva y atareada es muy eficaz con su tiempo; no le queda otro remedio si quiere sobrevivir. Ser bueno administrando el tiempo no significa volverse adicto al trabajo. Al contrario, dominar el tiempo te permite disponer de más tiempo para hacer las cosas que para ti tienen más significado. El dominio del tiempo con-duce al dominio de la vida.
Anotando no sólo tus citas de trabajo sino también tus compromisos contigo mismo de leer, relajarte o escribir una carta de amor a tu esposa, serás mucho más productivo con tu tiempo. No olvides que el tiempo que empleas en enriquecer tus horas de asueto no es tiempo malgastado; eso hará que seas mucho más eficiente cuando estés trabajando. Deja de vivir en compartimientos estancos y entiende de una vez por todas que cuanto haces forma un todo indivisible. Tu comportamiento en casa afecta a tu comportamiento en el trabajo. Tu trato con la gente en la oficina afecta al trato que das a tu familia y tus amigos. –De acuerdo, Julián, pero es que yo no tengo tiempo de descansar en mitad del día. De hecho, trabajo hasta la noche. Últimamente mi hora-rio me tiene colapsado. –Noté un vahído en el estómago al pensar en la cantidad de trabajo que me esperaba. –Estar ocupado no es excusa. La cuestión es: ¿qué es lo que te tiene tan ocupado? Una de las grandes reglas que aprendí de aquel viejo sabio es que el ochenta por ciento de los resultados que consigues en la 111 vida viene de sólo el veinte por ciento de las actividades que ocupan tu tiempo. El yogui Raman lo llamaba «la vieja regla del Veinte». –No te sigo. –Bien. Volvamos a tu apretado lunes. De la mañana a la noche podrías emplear el tiempo haciendo muchas cosas, desde hablar por teléfono con clientes y redactar alegatos hasta leerle un cuento a tu hijo pequeño o jugar al ajedrez con tu mujer.
Organizar el tiempo no era simplemente algo en lo que uno pensaba en horas de trabajo y olvidaba después. Era más bien un sistema holístico que podía hacer más equilibradas y satisfactorias todas las facetas de mi vida, si lo aplicaba correctamente. Aprendí que planificando mi jornada y tomando el tiempo necesario para asegurar un uso equilibrado del mismo, no sólo iba a ser más productivo, sino también más feliz. –Vaya, conque la vida es como una larga tira de beicon –tercié yo–. Para ser dueño de tu tiempo has de separar la grasa de la carne. –Excelente. Estás en la onda. Y aunque mi faceta vegetariana me empuja a lo contrario, te diré que me encanta la analogía porque da justo en el clavo. Cuando empleas tu tiempo y tu preciosa energía en la carne, no te queda tiempo para malgastar en la grasa. En ese punto tú vi-da pasa del reino de lo ordinario a la exquisitez de lo extraordinario. Es ahí donde empiezas realmente a ser dueño de tu destino y las puertas del templo del esclarecimiento se abren de par en par. »Eso me lleva a otra cuestión –prosiguió Julián–. No dejes que otros te roben tiempo. Cuídate de los ladrones de tiempo.
Había dado con el secreto que las personas han estado buscando a lo largo de los siglos. Era algo más que el secreto de la juventud o incluso de la felicidad. Julian había descubierto el secreto del Yo.
El poder de la disciplina
Algo similar ocurre con el autocontrol y la fuerza de voluntad. Para tener una voluntad de hierro es esencial ofrecer pequeños tributos a la virtud de la disciplina personal. Hay un viejo proverbio africano que lo expresa mejor: «Varias telarañas unidas pueden atrapar a un león.» Si liberas tu fuerza de voluntad te conviertes en dueño de tu mundo personal. Déjame prevenirte de una cosa: la falta de fuerza de voluntad es una enfermedad mental –añadió Julián–. Si padeces esta debilidad, procura ponerle solución cuanto antes. La abundancia de fuerza de voluntad y de disciplina es uno de los principales atributos de todos aquellos con carácter fuerte y una vida maravillosa. La fuerza de voluntad te permite hacer lo que dijiste que harías: levantarte a las cinco de la mañana para cultivar tu mente mediante la meditación.
Es la fuerza de voluntad lo que te permite contener la lengua cuando alguien te insulta o hace algo con lo que no estás de acuerdo, lo que impulsa tus sueños cuando las alternativas parecen estar en contra, lo que te da la fuerza interior para ser fiel a tus compromisos para con los demás y, sobre todo, para contigo mismo. Mediante la virtud de la voluntad, estás destinado a alcanzar el más alto ideal de la vida y a vivir en una mansión celestial llena de cosas buenas, de vitalidad y alegría.
Tú pones en forma tu fuerza de voluntad como tu hijo pone en forma su musculatura. – ¿Sugieres que con una buena mezcla de adiestramiento y preparación yo podría tener la misma fuerza de voluntad que Gandhi? – Sólo te digo que todas estas cosas estarán a tu alcance cuando cultives las reservas dormidas de tu fuerza de voluntad.
– ¿Y seré más libre a base de fuerza de voluntad? –La libertad es como una casa: se construye ladrillo a ladrillo. El primer ladrillo que deberías poner es la fuerza de voluntad. Te da el control para vivir la vida que has imaginado, en vez de aceptar la vida que llevas. La voluntad es la reina de los poderes mentales. Cuando do-minas tu mente dominas tu vida.
Cuando empieces a concentrarte sólo en pensamientos positivos, rechazando los negativos a fuerza de voluntad, te aseguro que los pensamientos malos se marchitarán enseguida. –Entonces, si quiero ser capaz de levantarme temprano, comer me-nos, leer más, preocuparme menos, ser más paciente o ser más afectuoso, ¿lo único que he de hacer es emplear la fuerza de voluntad para limpiar mis pensamientos?
El que controla su mente, controla su Vida. En el transcurso de aquella extraña pero inspiradora velada yo había pasado de ser un escéptico que analizaba escrupulosamente a un abogado de campanillas convertido en yogui a ser un creyente cuyos ojos se habían abierto por primera vez en su vida.
Yo siempre había querido ser un mejor padre de familia y vivir de forma más plena, pero siempre había estado ocupado en sofocar esos fuegos de la vida que tan apremiantes me parecían. Tomé la decisión de realizar mis sueños y hacer de mi vida mucho más de lo que había sido hasta entonces. Ahí fue cuando saboreé por primera vez la auténtica libertad, la que se des-prende de decidir que uno toma las riendas de su vida y de todos los elementos que la constituyen. –Te daré una fórmula para desarrollar la fuerza de voluntad –dijo Julián, sin saber la transformación interior que yo acababa de experimentar–.
Empieza a combatir la fuerza gravitatoria de tus malos hábitos del mismo modo que un cohete espacial supera la fuerza de la gravedad para entrar en el cosmos. Repetir ese mantra que te he dado, junto con la práctica diaria de verte como tú deseas ser, te servirá de apoyo a medida que vayas creando esa vida disciplinada que te conecta con tus sueños.
El viejo arte del autoliderazgo
–El tiempo vuela –dijo Julián antes de servirse otra taza de té–.Notando mi sinceridad, Julián continuó con la fábula simbólica que el yogui Raman le había ofrecido para ilustrar sus métodos para una vida más plena y radiante. Si de veras quieres mejorar tu mundo exterior, llámese tu 65 salud, tus relaciones o tus finanzas, debes primero mejorar tu mundo interior. . Dedicar un tiempo a dominar la propia mente, a ocuparse del cuerpo y nutrir el alma te pondrá en situación de desarrollar más riqueza en tu vida.
Cuanto más escuchaba al yogui Raman y más reflexionaba sobre el dolor y el sufrimiento de mi mundo anterior, mejor acogía la noción del kaizen, el constante y eterno enriquecimiento de la mente, el cuerpo y el alma –concluyó Julián. Pero cuando dediques tus energías a abrir las puertas de todo el potencial de esas tres cualidades humanas, saborearás el divino éxtasis de una vida iluminada.
Prepárate a vivir una vida de verdad, plena e intensa. En Oriente dicen que la suerte favorece a las mentes preparadas. Yo creo que la vida también favorece a la mente preparada. Tómate tiempo para reflexionar acerca de qué te está impidiendo llevar la vida que realmente te gustaría y podrías llevar. Pero una vez conquistas tus miedos, conquistas tu Vida.
– ¿Estás sugiriendo que debo cambiarme primero a mí mismo si quiero cambiar mi vida? Pero es la manera más segura de tener una vida más gozosa. – ¿Cómo hace uno exactamente para tener más coraje? –Como en la historia de antes: junta todas las piezas y tu mundo estará bien. En cuanto domines tu mente, tu cuerpo y tu carácter, la felicidad y la abundancia entrarán en tu vida como por arte de magia. Pero debes dedicar un tiempo cada día a trabajar en ti mismo, aunque sean sólo diez o quince minutos.
En unas pocas horas, Julián había revelado la más poderosa –y más sorprendente– información que jamás había oído. Yo había aprendido que mi mente guarda un tesoro en potencia. Había aprendido técnicas sumamente prácticas para serenar la mente y concentrar su poder en mis sueños y deseos. Había aprendido la importancia de tener un objetivo claro en la vida y de fijarme metas definidas en cada aspecto de mi mundo personal, profesional y espiritual. Julián había abierto la puerta de un manantial de vitalidad y serenidad interior en mi vida.
Esa noche, sentado en el piso de mi atestada sala de estar, aprendí lo que Julián llamó «los diez rituales de la Vida Radiante”. Trata de no atar tu vida con las cadenas de tu horario de tra-bajo. Céntrate en las cosas que tu conciencia y tu corazón te dicen que hagas. Cuando inviertas en ti mismo y empieces a elevar tu mente, tu cuerpo y tu personalidad a los más altos niveles, te sentirás casi como si tuvieras dentro un navegante personal que te dice qué cosas has de hacer para obtener los mejores resultados. Ya no te preocupará el reloj, y empezarás a vivir de verdad. –¿Y cuál era ese sencillo subritual que ibas a enseñarme? –pregunté. –Lee regularmente. Leer media hora diaria puede hacer maravillas. Pe-ro debo prevenirte: no leas cualquier cosa. Has de ser muy selectivo con lo que metes en el exuberante jardín de tu mente. Ha de ser algo inmensamente nutritivo; algo que sirva para perfeccionarte a ti mismo y a la calidad de tu vida.
Un día de invierno especialmente crudo, el gigante miró por su ventana y vio algo milagroso: aunque la mayor parte del jardín estaba cubierta de nieve, en mitad del mismo había un estupendo rosal rebosante de flores espectaculares. Cuando miré a Julián para decirle que su historia me había conmovido profundamente, vi algo que me sobresaltó: aquel acerado gladiador de 96 los tribunales que había pasado gran parte de su vida defendiendo a los ricos y los famosos se había echado a llorar.
Encender el fuego interior
Confía en ti mismo. Crea el tipo de vida que te gustará vivir a lo largo de tu vida. FOSTER C. MCCLELLAN –El día en que el yogui Raman me explicó esta pequeña fábula, allá en las cumbres del Himalaya, fue bastante similar al de hoy en muchos aspectos –dijo Julián. – ¿De veras? –Nos encontramos al anochecer y nos despedimos de madrugada. Se produjo tal química entre los dos que el aire parecía crepitar de electricidad. Como te he mencionado antes, desde el momento en que conocí a Raman tuve la sensación de que era para mí el hermano que nunca tuve. Esta noche, sentado aquí y disfrutando de esa mirada tuya de in-triga, siento la misma energía y el mismo vínculo. Te diré también que siempre pensé en ti como en un hermano pequeño. Y para serte franco, veía muchas cosas de mí mismo en ti. –Eras un abogado increíble, Julián. Yo jamás olvidaré tu convicción.
Este símbolo sirve como recordatorio de otro viejo principio para una vida esclarecida: el propósito de la vida es una vida con propósito. Los verdaderamente esclarecidos saben lo que quieren obtener de la vida, emocional, material, física y espiritualmente. Definir claramente tus prioridades en cada aspecto de tu vida jugará un papel similar al del fa-ro, ofrecerte orientación y refugio cuando la mar se vuelva brava. Mira, John, cualquiera puede revolucionar su vida si primero revoluciona la dirección hacia la que se mueve.
El faro de la fábula te servirá para recordarte el poder de marcarse objetivos claramente definidos y, lo más importante, de tener la fuerza de carácter necesaria para obrar en consecuencia. En las horas que siguieron, aprendí de Julián que las personas más desarrolladas y realizadas comprenden la importancia de explorar sus talentos, averiguar su propósito personal y aplicar sus dones humanos en esa dirección. La demostración de hoy tiene por objeto reforzar mis consejos sobre la importancia de marcarse objetivos claramente definidos y de saber exactamente adónde vas. Lo que acabas de ver confirma el principio más importante para cualquiera que busque alcanzar sus metas y cumplir el propósito de su vida: es imposible dar a un blanco que no puedes ver. La gente se pasa la vida soñando con ser más feliz, vivir con más vitalidad y tener abundancia de pasión y dinamismo.
De donde tú vienes, la gente se marca objetivos materiales. Eso no tiene nada de malo, si es lo que uno más valora en la vida. Sin embargo, para alcanzar el autodominio y el esclarecimiento interior, debes también fijarte objetivos en otros campos. ¿Te sorprendería saber que yo tengo objetivos claramente definidos con respecto a la tranquilidad de ánimo, la energía cotidiana y el amor hacia cuantos me rodean? Fijarse metas no es únicamente para abogados como tú que viven en un mundo lleno de atractivos materiales. Cualquiera que desee mejorar la calidad de su mundo interior y exterior hará bien en agarrar un papel y ponerse a escribir sus objetivos.
Anotando tus deseos y objetivos en un papel, lo que haces es ondear una bandera roja para que tu subconsciente sepa que este pensamiento es más importante que los otros 59.999.
Nunca había sabido lo que faltaba en mi vida hasta esta noche. He estado vagando sin rumbo, a falta de un verdadero propósito en mi vida. Las cosas van a cambiar, te lo prometo. Te estoy muy agradecido. –No hay de qué, amigo mío. Solo estoy cumpliendo mi propio objetivo. Por lo tanto, dedicarte durante veintiún días al mismo objetivo y realizar esa misma actividad a la misma hora hará que se convierta en un hábito. En poco tiempo conseguirás ese nuevo hábito, sea la meditación, levantarte más temprano o leer una hora al día, con la misma facilidad con que te cepillas los dientes. – ¿Y el último paso para conseguir tus metas y avanzar por el camino del propósito? –El último paso es aplicable en la medida en que avanzas por el sendero de tu vida. Debes disfrutar del proceso. Los Sabios de Sivana solían hablar de esta filosofía. Creían firmemente en que un día sin risa o un día sin amor era un día sin vida.
Un jardín extraordinario
Si cuidas de tu mente, si la nutres y la cultivas como si fuera un fértil jardín, florecerá más allá de tus expectativas. Pero fíjate en los residuos tóxicos que la mayoría de la gente mete en el fértil jardín de su mente, y eso un día tras otro: preocupaciones, ansiedades, la nostalgia del pasado, los cálculos sobre el futuro y los miedos que ellos mismos alimentan y que pueden destrozar el mundo interior de cualquier persona. La preocupación priva a la mente de gran parte de su poder y, antes o después, acaba dañando el alma. Sin embargo, los que hacen algo más que existir, los que azuzan las llamas de su potencial humano y saborean la danza mágica de la vida sí hacen cosas distintas de los que viven una vida corriente.
De ese modo permiten que las preocupaciones priven a su mente de su fuerza vital; están bloqueando el enorme potencial de la mente para aportar todo lo que ellos quieran, emocional, física y espiritualmente. En general la gente no se percata del enorme poder de la mente. El yogui Raman, a través de una práctica muy disciplinada, ha condicionado su mente hasta el punto de ser capaz de ralentizar su corazón a voluntad. Aunque yo nunca te sugeriría que empezaras marcándote objetivos como ésos, sí te sugiero que empieces por considerar tu mente como lo que es: el mayor don de la naturaleza.
Sus ojos parecían centellear mientras hablaba de la magia de la mente y de la abundancia de cosas buenas que eso traía consigo. Adoraba enseñar y trataba a sus alum-nos como si fueran hijos suyos, alimentando su mente con enorme bondad. O, más concretamente, en los pensamientos que cada uno introduce en su mente cada segundo de cada minuto de cada día de la vida. . Controlando los pensamientos y la manera de reaccionar a los acontecimientos de la vida, uno empieza a controlar su destino. Supongo que mi vida se ha vuelto tan ajetreada que nunca tengo tiempo de pensar en estas cosas. Cuando hayas aplicado este principio a tu vida diaria y empieces a acondicionar tu mente para traducir cada acontecimiento en uno positivo, podrás desterrar para siempre las preocupaciones. Por consiguiente, debo abrir mi mente para aprender de cada experiencia. . –Para liberar todo el potencial de tu mente, tu cuerpo y tu alma, primero debes expandir tu imaginación. Verás, las cosas son creadas dos veces: primero en el taller de la mente y después en la realidad. Yo llamo a este proceso el «cianotipo» porque todo lo que creas en tu mundo exterior empieza como una simple cianocopia en tu mundo in-terior, en la exuberante pantalla de tu mente. Cuando aprendas a con-trolar tus pensamientos y sepas imaginar gráficamente todo lo que de-seas de esta vida terrenal en un estado de absoluta expectativa, las fuerzas dormidas empezarán a despertar en ti. Lo primero que harás 33 será abrir el potencial de tu mente para crear la vida mágica que yo creo que mereces. Mi mente empezó a re-flexionar sobre todo lo que estaba mal en mi vida. En cualquier caso, aquella noche con Julián me decidí a no pasar más tiempo ganándome la vida y a invertir mucho más tiempo en crear una vida. Despierta al poder que tu propia mente tiene para hacer que las cosas sean como quieres.
Me dijo que había tenido muchas influencias en su vida y que le resultaba difícil destacar una como su fuente de inspiración. Había una cita, no obstan-te, que siempre llevaba en su corazón, una cita que integraba todos los valores que más apreciaba tras una vida dedicada a la contemplación. La cita del filósofo decía así: Cuando te inspira un objetivo importante, un proyecto extraordinario, todos tus pensamientos rompen sus ataduras: tu mente supera los límites, tu conciencia se expande en todas direcciones y tú te ves en un mundo nuevo y maravilloso.
Había cambiado mu-chas cosas en su estilo de vida, pero era obvio que el punto de partida de su transformación no era otro que su buena salud mental. El éxito por fuera comienza sin duda con el éxito por dentro: cambiando su manera de pensar, Julián Mantle había cambiado su vida. Si lo pienso bien, tengo muy poco control sobre los pensamientos que flotan en el jardín de mi mente –dije con sinceridad. Si piensas sólo cosas negativas, es porque no has cuidado tu mente y no has dedicado el tiempo necesario para entrenarla a pensar en lo bueno. Recuerda, John, la mente es como cualquier otro músculo de tu cuerpo. Si no lo usas, se atrofia. – ¿Quieres decir que si no la ejercito mi mente acabará debilitándose? –Sí. Míralo de esta manera. Si quieres fortalecer los músculos del brazo, debes ejercitarlos. Si quieres endurecer los de tus piernas, primero debes entrenarlos.
¿Alguna vez has pasado una tarde en tu oficina leyendo tus áridos informes y tu mente ha empezado a divagar y te ha entrado sueño?
La sabiduría del cambio personal
Soy un artista del vivir; mi obra de arte es mi vida
Fiel a su palabra, Julián se presentó en mi casa al día siguiente, a las siete, y llamó con cuatro golpes rápidos en la puerta. Julián tenía un aspecto radicalmente distinto al del día anterior. –Saludos, amigo –dijo Julián con entusiasmo. Julián no había perdido un ápice de su agudo sentido del humor que antaño me había entretenido tanto.
Inmediatamente, Julián empezó a revelarme más cosas sobre su transformación personal y la facilidad con que se produjo. Me habló de las antiguas técnicas que había aprendido para controlar la mente y para borrar el hábito de preocuparse que a tantos afecta en nuestra compleja sociedad. Habló de las enseñanzas de los monjes para vivir una vida más plena y gratificante. Mi profesión era toda mi vida. Empecé a comprender que el mundo al que estaba acostumbrado había embotado mi creatividad y limitado mi visión del mundo. No sólo conseguirás mejorar tu vida sino también las de quienes te rodean.
«Nadie come gratis», solía decir mi madre. –Una vez hayas comprobado el poder de las estrategias y tácticas que me enseñaron los Sabios de Sivana y observes los radicales resultados que producirán en tu vida, deberás aceptar la misión de transmitir estos conocimientos a otros para que puedan beneficiarse de ellos. Accedí sin reservas, y Julián empezó a enseñarme el método que había llegado a considerar sagrado. Si bien las técnicas que había llegado a dominar eran variadas, en el fondo del Método de Sivana había siete virtudes básicas, siete principios fundamentales que encarnaban las claves del autodominio, la responsabilidad personal y el esclarecimiento espiritual. Julián me dijo que el yogui Raman fue el primero en enseñarle las siete virtudes tras unos meses en Sivana. Una noche despejada, cuando todos los demás estaban durmiendo, Raman llamó suavemente a la choza de Julián. Con la voz de un guía amable, dijo: –Te he venido observando durante muchos días, Julián. Creo que eres un hombre honesto que desea con fervor llenar su vida de todo lo que es bueno. Esta no-che, en la víspera de tu tercer mes en Sivana, voy a empezar a enseñarte las claves de nuestro sistema, no sólo en beneficio tuyo sino también en el de todos los que habitan en tu mundo.
Miré a Julián y reparé en que tenía los ojos cerrados, como si se hubiera transportado a aquel país de ensueño en el que había recibido la bendición de sus conocimientos. –El yogui Raman me dijo que las siete virtudes para una vida rebosan-te de paz, alegría y riqueza interiores estaban contenidas en una fábula mística. Saborea los sensuales placeres de este jardín y piensa que tienes todo el tiempo del mundo para disfrutar de este oasis. Tras oír aquel extraño cuento allá en las cumbres del Himalaya y sentado junto a un monje que había visto de primera mano la antorcha de la verdadera luz, Julián me dijo que se desilusionó. En cambio, sólo había escuchado una tontería sobre un luchador y un faro. Puede que esta historia no sea el discurso sofisticado que esperabas, pero su mensaje contiene un mundo de sensibilidad y su objeto es puro. Tendrás toda la información y las estrategias que necesitarás para modificar la calidad de tu vida y de las de cuantos te rodean. Ju lián meditó un momento y luego me dijo: –Por suerte, John, así lo hice.
El alumno espiritual de los sabios
Estaba fascinado por la experiencia de aquel antiguo guerrero de la abogacía que había cambiado radicalmente de vida después de convivir y estudiar con aquellos sabios maravillosos del Himalaya. ! Me pregunté si los secretos aprendidos por Julián en aquel remoto rincón de la India podrían también elevar la calidad de mi vida y colmar mi propia sensación de estupor ante el mundo en que vivimos. Cuanto más escuchaba a Julián, más me daba cuenta de que mi alma se había ido oxidando. Notando mi fascinación por su odisea y mi ansia de aprender el método de la vida esclarecida que los sabios le habían transmitido, Julián aceleró el ritmo de su relato. Me explicó que su deseo de saber, suma-do a su inteligencia (pulida en muchos años de batallas en los tribuna-les), le había ganado el respeto de la comunidad de Sivana. Como muestra de su afecto hacia Julián, los monjes le habían hecho miembro honorario de su grupo y le trataban como parte integrante de la extensa familia.
El sabio se convirtió más en padre que en maestro, pese a que sólo le separaban unos años de Julián. No había duda de que aquel hombre había acumulado la sabiduría de muchas vidas y, aún mejor, estaba dispuesto a compartirla con Julián. Las sesiones empezaban antes del alba. El yogui Raman se sentaba con su entusiasmado alumno y llenaba su mente de ideas sobre el significado de la vida y de técnicas poco conocidas para vivir con mayor vitalidad, creatividad y satisfacción. Julián aprendió también que las disciplinas gemelas del dominio personal y la autorresponsabilidad impediría que volviera al caos de la crisis que había caracterizado su vida en Occidente.
Tanto si era la maravilla de una noche estrellada como el hechizo de una telaraña después de la lluvia, Julián lo absorbía. Al mes de estar aplicando los principios y técnicas de Sivana, Julián había empezado a cultivar una profunda sensación de paz y serenidad interior que jamás había alcanzado en Occidente. Pero he aprendido que el autocontrol y el cuidado de la propia mente, cuerpo y alma son esenciales para encontrar el yo elevado de cada uno y para vivir la vida de nuestros sueños.
Pensé en lo que sería recuperar mis ganas de vivir, y en la curiosidad que yo había sentido de joven.
Encuentro mágico con los Sabios de Sivana
Julián, que ahora iba descalzo para aliviar sus doloridos pies, notó la caricia del musgo húmedo. Lo que vio entonces fue algo que ni siquiera el mundano y difícilmente impresionable Julián Mantle podía haber imaginado: una aldea hecha exclusivamente de lo que parecían rosas. En mitad del poblado había un pequeño templo, como los que Julián había visto en sus viajes a Tailandia y Nepal, pero éste estaba hecho de flores rojas, blancas y rosas unidas mediante largas tiras de cordel multicolor y ramitas.
Julián se quedó sin habla. Los hombres, que parecían sólo una decena, llevaban la misma túnica roja que el yogui Raman, y sonrieron serenamente a Julián cuando hicieron su entrada en la aldea. . A Julián, que apenas podía creer lo que estaba viendo, le ofrecieron un festín de fruta fresca y hortalizas exóticas, dieta que, como supo más adelante, constituía una de las claves de la salud ideal que disfrutaban los sabios. Tras la comida, el yogui Raman acompañó a Julián hasta sus aposen-tos: una cabaña cubierta de flores donde había una pequeña cama con un bloc vacío a modo de diario.
Aunque para Julián aquel mundo mágico de Sivana era una absoluta novedad, tenía sin embargo la sensación de que era un poco como volver a casa, un regreso a un paraíso que hubiera conocido mucho tiempo atrás. Y así empezó la vida de Julián entre los Sabios de Sivana, una vida de sencillez, serenidad y armonía. Lo mejor estaba aún por venir.
La milagrosa transformacion de Julian Mantle
Me dijo que el mundo hipercompetitivo de la abogacía se había cobrado su precio, no sólo física y emocionalmente, sino también en lo espiritual. Admitió que igual que su cuerpo se venía abajo, su mente había perdido brillo.
Cuando su médico le planteó el ultimátum de renunciar a la abogacía o renunciar a la vida, Julián creyó ver una oportunidad de oro de reavivar el fuego interior que había conocido de joven, un fuego que había ido extinguiéndose a medida que el derecho pasó de ser un placer a volverse un negocio. Julián se entusiasmó visiblemente al explicar cómo había vendido todas sus posesiones materiales antes de partir rumbo a la India, un país cuya cultura ancestral y tradición mística le habían fascinado siempre. Viajó de aldea en aldea, a veces a pie, otras en tren, aprendiendo nuevas costumbres, contemplando paisajes eternos y amando cada vez más aquel pueblo que irradiaba calidez, bondad y una perspectiva refrescante sobre el verdadero significado de la vida. . A medida que pasaban las semanas en aquel prodigioso entorno, Julián empezó a sentirse nuevamente vivo, quizá por primera vez desde que era niño.
Aunque Julián había disfrutado hasta el último minuto de su estancia en aquel exótico país, dijo también que su viaje fue algo más que unas meras vacaciones para despejar una mente sobrecargada. Julián trató de describir la belleza de los templos antiguos esparcidos por el místico paisaje de la India, edificios que parecían leales guardianes de la sabiduría de los tiempos.
Yo, que era un leguleyo viejo y cansa-do, que lo había vendido todo, desde mi Rolex hasta mi caballo de carreras, había metido lo poco que me quedaba en una mochila que se convertiría en mi único acompañante mientras me imbuía de las eternas tradiciones de Oriente. Además, la India es un lugar tan estimulante intelectualmente que apenas pensé en lo que había dejado atrás. El primer paso real no llegó hasta que Julián llevaba siete meses en la India.
Convertido en cuidador del templo de la aldea, Krishnan dijo que había llegado a conocerse a sí mismo y a saber cuál era su meta en la vida. Reveló, con gran emoción, su lucha interior y la crisis espiritual que había experimentado cuando la brillante luz de su vida empezó a fluctuar al viento de una vida disipada. ¿Quién mejor que otro ex abogado que, gracias a su propia odisea espiritual, había hallado una vida plena, para enseñarle los secretos de una existencia llena de equilibrio y satisfacción? Julián se sintió uno con el entorno, esa clase de relación que dos viejos amigos pueden disfrutar después de muchos años de escuchar los mutuos pensamientos y de reírse los chistes.
Después de haber dado la vuelta al mundo en varias ocasiones, Julián creía haberlo visto todo. Y fue allí, con la humanidad a sus pies, cuando Julián se aventuró a salir de la cómoda envoltura de lo ordinario para iniciar su exploración del reino de lo extraordinario. El destino de cada uno de nosotros depende de las opciones que tomamos, y yo estaba seguro de que había tomado la correcta. Aunque se sentía liberado del estrés y la tensión que caracterizaran su antiguo mundo, se preguntaba en cambio si podría pasar el resto de su vida sin el reto intelectual que su profesión le había deparado desde que saliera de la facultad en Harvard.
A Julián le sobresaltó ver a alguien más en aquel lugar remoto al que había llegado tras siete agotadores días. Julián se aproximó con cautela mientras el otro permanecía inmóvil y en silencio. Julián no pudo verle el rostro bajo la capucha, pero le impactó el contenido de la pequeña cesta que sostenía. Dentro había una colección de las flores más delicadas y bellas que Julián había visto jamás. La figura abrazó su cesta a medida que Julián se aproximaba, como para demostrar su gran amor por aquellas flores y su desconfianza hacia aquel occidental, tan corriente en aquel paraje como el rocío en el desierto. . Pero Julián 16 jamás había visto un hombre igual. Aunque tenía por lo menos la misma edad que él, sus rasgos dejaron a Julián como hechizado y le obligaron a quedarse mirándolo una eternidad. El hombre tenía ojos de gato, tan penetrantes que Julián se vio obligado a desviar la vista.
Y aunque sus manos delataban que no era joven, irradiaba tal juventud y vitalidad que Julián se quedó hipnotizado, como el niño cuando ve actuar por primera vez a un prestidigitador. Debe de ser uno de los Grandes Sabios de Si vana, pensó Julián, casi sin poder contener su alegría.
Presintiendo que, efectivamente, había dado con uno de los místicos monjes que a tantos habían eludido antes, Julián le abrió su corazón y le contó su odisea. Habló al viajero de su vida pasada y de la crisis espiritual que había tenido, el precio en salud y energía que había debido pagar a cambio de las fugaces recompensas que le deparaba la práctica de la abogacía. Habló de que había cambiado la riqueza del alma por una voluminosa cuenta bancaria y de la ilusoria gratificación de su estilo de vida «vive deprisa, muere joven». Y le contó sus viajes por la mística India y su encuentro con el yogui Krishnan, aquel abogado de Nueva Delhi que también había renunciado a su profesión en la esperanza de hallar la armonía interior y una paz duradera.
No volvió a hablar hasta que Julián mencionó su ardoroso y casi obsesivo deseo de adquirir los antiguos principios de la sabiduría y el esclarecimiento. Poniendo un brazo sobre el hombro de Julián, dijo suavemente: –Si de verdad tienes un deseo sincero de aprender esa sabiduría, entonces es mí deber ayudarte. Julián siempre había creído que la vida se reducía a unos cuantos momentos clave. En el fondo de su alma, tuvo la certeza de que era el primer momento del resto de su vida, una vida que pronto iba a ser mucho más de lo que nunca había sido.
El Visitante Misterioso
Era una reunión urgente de todos los miembros del despacho. Julián Mantle sufrió un ataque ayer mientras presentaba el caso Air Atlantic ante el tribunal. Sin embargo, Julián ha tomado una decisión que todos ustedes deben saber. Sabía que Julián tenía sus problemas, pero jamás pensé que pudiera dejarlo. Cada vez que yo me presentaba allí, las enfermeras me decían que estaba durmiendo y que no se le podía molestar. Tampoco aceptó mis llamadas.
Lo último que supe de Julián fue que se había ido a la India en no sé qué expedición. Le dijo a uno de los socios del bufete que deseaba simplificar su vida y que «necesitaba respuestas» que confiaba encontrar en ese místico país. Había vendid
o su residencia, su avión y su isla. Había vendido incluso el Ferrari.
Mi padre lo expresó mejor cuando dijo: «John, cuando estés a las puertas de la muerte seguro que no desearás haber pasado más tiempo en la oficina.» Así que empecé a quedarme más horas en casa, decidido a iniciar una vida decente, si bien más ordinaria. Me hice socio del Rotary Club e iba a jugar al golf todos los sábados para tener contentos a mis clientes y colegas. Pero debo decir que en mis momentos de tranquilidad pensaba a menudo en Julián y me preguntaba qué habría sido de él después de nuestra inesperada separación. Tal vez estaría viviendo en la India, un lugar tan grande y diverso que hasta un alma inquieta como la suya podía encontrar allí un hogar. Había una cosa segura: Julián no había vuelto a ejercer. Nadie había recibido una postal suya desde que partiera hacia su exilio voluntario. Cuando por fin se abrió por completo, vi a un hombre risueño de unos treinta y cinco años.
Me recordó a aquellos chicos perfectos con los que yo iba a la facultad, hijos de familias perfectas, con casas perfectas y coches perfectos. Pero el visitante tenía algo más que aspecto saludable y juvenil. Tal vez no estaría de más llamar a seguridad.
Ojalá me hubiera guardado mis secretos profesionales –dijo esbozando una sonrisa. El hombre que tenía ante mí no era otro que el añorado yogui de la India: Julián Mantle.
Ya no tenía aspecto de viejo ni esa expresión enfermiza que se había convertido en su distintivo. Todo lo contrario, aquel hombre parecía gozar de perfecta salud y su rostro sin arrugas estaba radiante. Tenía la mirada clara, una ventana perfecta a su extraordinaria vitalidad.
Julián ya no era el ansioso abogado de primera categoría que trabajaba en un bufe-te de campanillas. No, este hombre era un juvenil, vital y risueño modelo de cambio.
El Despertar
El gran Julián Mantle se retorcía como un niño indefenso postrado en el suelo, temblando, tiritando y sudando como un maníaco. «¡Dios mío –gritó su ayudante, brindándonos con su emoción un cegador vis-lumbre de lo obvio–, Julián está en apuros!» La jueza, presa del pánico, musitó alguna cosa en el teléfono privado que había hecho instalar por si surgía alguna emergencia. A su lado estaba la ayudante del abogado (sus largos rizos ro-zaban la cara amoratada de Julián), ofreciéndole suaves palabras de ánimo, palabras que él sin duda no podía oír. Yo había conocido a Julián Mantle hacía diecisiete años, cuando uno de sus socios me contrató como interino durante el verano siendo yo estudiante de derecho. Por aquel entonces Julián lo tenía todo. Julián era la joven estrella del bufete, el gran hechicero.
La frase pertenecía a Winston Churchill y evidenciaba qué clase de hombre era Julián: «Estoy convencido de que en este día somos dueños de nuestro destino, que la tarea que se nos ha impuesto no es superior a nuestras fuer-zas. Mientras tengamos fe en nuestra causa y una indeclinable voluntad de vencer, la victoria estará a nuestro alcance.» Julián, fiel a su lema, era un hombre duro, dinámico y siempre dispuesto a trabajar dieciocho horas diarias para alcanzar el éxito que, es-taba convencido, era El extravagante histrionismo de Julián en los tribunales solía ser noticia de primera página su destino. Pero he de admitir una cosa: Julián corrí Aunque me había licenciado en la facultad de derecho de Harvard, su alma máter, yo no era ni de lejos el mejor interino del bufete y en mi árbol genealógico no había el menor rastro de sangre azula su propia carrera. Julián dijo que le gustaba mi «avidez». Ganamos el caso, por supuesto, y el ejecutivo que había sido acusado de matar brutalmente a su mujer es-taba ahora en libertad (dentro de lo que le permitía su desordenada 5 conciencia, claro está). Fue mucho más que una clase sobre cómo plantear una duda razonable allí donde no la había.
Por invitación de Julián, me quedé en el bufete en calidad de asociado y pronto iniciamos una amistad duradera. Julián no podía equivocarse nunca. Sin embargo, bajo aquella irritable envoltura había una persona que se preocupaba de verdad por los demás. Al saber por otro interino que yo estaba pasando apuros económicos, Julián se ocupó de que me concedieran una generosa beca de estudios.
El verdadero problema era que Julián estaba obsesionado con su trabajo. Los casos eran cada vez mayores y mejores, y Julián, que era de los que nunca se amilanan, continuó forzando la máquina. Pronto me di cuenta de que a Julián le consumía la ambición: necesitaba más prestigio, más gloria, más dinero.
Siempre había otro caso espectacular en perspectiva. Para Julián los preparativos nunca eran suficientes. Cuanto más tiempo pasaba con Julián, más me daba cuenta de que se estaba hundiendo progresivamente. Al final su matrimonio fracasó, ya no hablaba con su padre y, aunque lo tenía todo, aún no había encontrado lo que estaba buscando. A sus cincuenta y tres años, Juliá Había perdido el sentido del humor y ya no parecía reírse nunca. Su carácter antaño entusiasta se había vuelto mortalmente taciturno. Creo que su vida había perdido el rumbo. Lo más triste, quizá, fue que Julián había perdido también su pericia profesional tenía aspecto de septuagenario.
Apenas pasaba un día sin que Julián me dijese que ya no se apasionaba por su trabajo, que se sentía rodeado de vacuidad. Decía que de joven había disfrutado con su trabajo, pese a que se había visto abocado a ello por los intereses de su familia. La capacidad de la justicia para influir en los cambios sociales le había motivado e inspirado.
. En la caída de Julián había algo más que una conexión oxidada con su modus vivendi. Antes de que yo empezara a trabajar en el bufete, él había sufrido una gran tragedia. Algo realmente monstruoso le había sucedido, según decía uno de sus socios, pero no conseguí que nadie me lo contara. Incluso el viejo Harding, célebre por su locuacidad, que pasaba más tiempo en el bar del RitzCarlton que en su amplio despacho, dijo que había jurado guardar el secreto. Fuera éste cual fuese, yo tenía la sospecha de que, en cierto modo, estaba contribuyendo al declive de Julián. Julián no sólo era mi mentor, sino mi amigo. Y entonces ocurrió: el ataque cardíaco devolvió a la tierra al divino Julián Mantle y lo asoció de nuevo a su calidad de mortal. Justo en medio de la sala número siete, un lunes por la mañana, la misma sala de tribunal donde él había ganado el «no va más de los procesos por asesinato».
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