domingo, 24 de octubre de 2010

Encuentro mágico con los Sabios de Sivana

Julián, que ahora iba descalzo para aliviar sus doloridos pies, notó la caricia del musgo húmedo. Lo que vio entonces fue algo que ni siquiera el mundano y difícilmente impresionable Julián Mantle podía haber imaginado: una aldea hecha exclusivamente de lo que parecían rosas. En mitad del poblado había un pequeño templo, como los que Julián había visto en sus viajes a Tailandia y Nepal, pero éste estaba hecho de flores rojas, blancas y rosas unidas mediante largas tiras de cordel multicolor y ramitas.
Julián se quedó sin habla. Los hombres, que parecían sólo una decena, llevaban la misma túnica roja que el yogui Raman, y sonrieron serenamente a Julián cuando hicieron su entrada en la aldea. . A Julián, que apenas podía creer lo que estaba viendo, le ofrecieron un festín de fruta fresca y hortalizas exóticas, dieta que, como supo más adelante, constituía una de las claves de la salud ideal que disfrutaban los sabios. Tras la comida, el yogui Raman acompañó a Julián hasta sus aposen-tos: una cabaña cubierta de flores donde había una pequeña cama con un bloc vacío a modo de diario.
Aunque para Julián aquel mundo mágico de Sivana era una absoluta novedad, tenía sin embargo la sensación de que era un poco como volver a casa, un regreso a un paraíso que hubiera conocido mucho tiempo atrás. Y así empezó la vida de Julián entre los Sabios de Sivana, una vida de sencillez, serenidad y armonía. Lo mejor estaba aún por venir.

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