domingo, 24 de octubre de 2010

La sabiduría del cambio personal

Soy un artista del vivir; mi obra de arte es mi vida
Fiel a su palabra, Julián se presentó en mi casa al día siguiente, a las siete, y llamó con cuatro golpes rápidos en la puerta. Julián tenía un aspecto radicalmente distinto al del día anterior. –Saludos, amigo –dijo Julián con entusiasmo. Julián no había perdido un ápice de su agudo sentido del humor que antaño me había entretenido tanto.
Inmediatamente, Julián empezó a revelarme más cosas sobre su transformación personal y la facilidad con que se produjo. Me habló de las antiguas técnicas que había aprendido para controlar la mente y para borrar el hábito de preocuparse que a tantos afecta en nuestra compleja sociedad. Habló de las enseñanzas de los monjes para vivir una vida más plena y gratificante. Mi profesión era toda mi vida. Empecé a comprender que el mundo al que estaba acostumbrado había embotado mi creatividad y limitado mi visión del mundo. No sólo conseguirás mejorar tu vida sino también las de quienes te rodean.
«Nadie come gratis», solía decir mi madre. –Una vez hayas comprobado el poder de las estrategias y tácticas que me enseñaron los Sabios de Sivana y observes los radicales resultados que producirán en tu vida, deberás aceptar la misión de transmitir estos conocimientos a otros para que puedan beneficiarse de ellos. Accedí sin reservas, y Julián empezó a enseñarme el método que había llegado a considerar sagrado. Si bien las técnicas que había llegado a dominar eran variadas, en el fondo del Método de Sivana había siete virtudes básicas, siete principios fundamentales que encarnaban las claves del autodominio, la responsabilidad personal y el esclarecimiento espiritual. Julián me dijo que el yogui Raman fue el primero en enseñarle las siete virtudes tras unos meses en Sivana. Una noche despejada, cuando todos los demás estaban durmiendo, Raman llamó suavemente a la choza de Julián. Con la voz de un guía amable, dijo: –Te he venido observando durante muchos días, Julián. Creo que eres un hombre honesto que desea con fervor llenar su vida de todo lo que es bueno. Esta no-che, en la víspera de tu tercer mes en Sivana, voy a empezar a enseñarte las claves de nuestro sistema, no sólo en beneficio tuyo sino también en el de todos los que habitan en tu mundo.
Miré a Julián y reparé en que tenía los ojos cerrados, como si se hubiera transportado a aquel país de ensueño en el que había recibido la bendición de sus conocimientos. –El yogui Raman me dijo que las siete virtudes para una vida rebosan-te de paz, alegría y riqueza interiores estaban contenidas en una fábula mística. Saborea los sensuales placeres de este jardín y piensa que tienes todo el tiempo del mundo para disfrutar de este oasis.  Tras oír aquel extraño cuento allá en las cumbres del Himalaya y sentado junto a un monje que había visto de primera mano la antorcha de la verdadera luz, Julián me dijo que se desilusionó. En cambio, sólo había escuchado una tontería sobre un luchador y un faro. Puede que esta historia no sea el discurso sofisticado que esperabas, pero su mensaje contiene un mundo de sensibilidad y su objeto es puro. Tendrás toda la información y las estrategias que necesitarás para modificar la calidad de tu vida y de las de cuantos te rodean. Ju lián meditó un momento y luego me dijo: –Por suerte, John, así lo hice.

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