Estaba fascinado por la experiencia de aquel antiguo guerrero de la abogacía que había cambiado radicalmente de vida después de convivir y estudiar con aquellos sabios maravillosos del Himalaya. ! Me pregunté si los secretos aprendidos por Julián en aquel remoto rincón de la India podrían también elevar la calidad de mi vida y colmar mi propia sensación de estupor ante el mundo en que vivimos. Cuanto más escuchaba a Julián, más me daba cuenta de que mi alma se había ido oxidando. Notando mi fascinación por su odisea y mi ansia de aprender el método de la vida esclarecida que los sabios le habían transmitido, Julián aceleró el ritmo de su relato. Me explicó que su deseo de saber, suma-do a su inteligencia (pulida en muchos años de batallas en los tribuna-les), le había ganado el respeto de la comunidad de Sivana. Como muestra de su afecto hacia Julián, los monjes le habían hecho miembro honorario de su grupo y le trataban como parte integrante de la extensa familia.
El sabio se convirtió más en padre que en maestro, pese a que sólo le separaban unos años de Julián. No había duda de que aquel hombre había acumulado la sabiduría de muchas vidas y, aún mejor, estaba dispuesto a compartirla con Julián. Las sesiones empezaban antes del alba. El yogui Raman se sentaba con su entusiasmado alumno y llenaba su mente de ideas sobre el significado de la vida y de técnicas poco conocidas para vivir con mayor vitalidad, creatividad y satisfacción. Julián aprendió también que las disciplinas gemelas del dominio personal y la autorresponsabilidad impediría que volviera al caos de la crisis que había caracterizado su vida en Occidente.
Tanto si era la maravilla de una noche estrellada como el hechizo de una telaraña después de la lluvia, Julián lo absorbía. Al mes de estar aplicando los principios y técnicas de Sivana, Julián había empezado a cultivar una profunda sensación de paz y serenidad interior que jamás había alcanzado en Occidente. Pero he aprendido que el autocontrol y el cuidado de la propia mente, cuerpo y alma son esenciales para encontrar el yo elevado de cada uno y para vivir la vida de nuestros sueños.
Pensé en lo que sería recuperar mis ganas de vivir, y en la curiosidad que yo había sentido de joven.
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